Este artículo es parte de la edición de julio, 2019

Con el ya innegable cambio climático las olas de calor van a ser cada vez más frecuentes y meses de verano.  Es por ello que, a pesar de haber tratado el control ambiental en numerosas veces en los 727 números de SELECCIONES AVÍCOLAS, creemos que es obligado explicar con rigor y a la vez de forma amena el cómo luchar contra el calor y proporcionar el mejor   control ambiental para nuestras aves independientemente del mes de año en que nos encontremos. 

El tema, indudablemente, ha movido ríos de tinta, y tanto más a partir del momento en que aprendimos a tener las aves en confinamiento, dependiendo así enteramente de que el criador las aloje en un ambiente en el que, encontrándose en condiciones   de confort idóneas, puedan expresar   plenamente todo su potencial   genético.

Es decir, en principio, ya una precisión: para luchar contra los   efectos del calor primero habría que   definir cuál es esa zona de confort, viendo en segundo lugar los medios   que tenemos para mantenerla.

En cuanto a lo primero, partiendo de que la gallina o el pollo ya crecido requieren una temperatura bastante similar a la del ser humano –redondeando, de 20-25 ºC -, diremos que los medios de que disponemos para paliar los efectos de las elevadas temperaturas veraniegas son muy variados.

Para simplificar, diríamos que   los empleados en avicultura son   “aditivos” al poder contar con: 

  • Reducir la temperatura   del gallinero por alguno de   los medios ya conocidos,   
  • Aumentar la ventilación   para sumar el efecto de  la velocidad del aire, 
  • Modificar la alimentación   para ajustarse a las cambiantes   necesidades del ave, 
  • Cambiar algún aspecto   del manejo: la densidad de  población, la iluminación, etc. 

 

En general, el avicultor actual –se   supone que el ya experimentado – conoce más o menos bien estos   recursos … casi siempre por haber   sufrido en el pasado los efectos   del calor sobre sus aves, bien por   bajas, caídas de la puesta, etc. Por   ello, las naves en las que tenemos   hoy a nuestras aves, bien aisladas   y acondicionadas, no tienen nada   que ver con las de los inicios  de la avicultura industrial – en   España, hace medio siglo –  con   poco más que una simple cubierta   del denostado fibrocemento para   resguardarlas de la lluvia … 

 

Sin embargo, hay un aspecto sobre el que, aun pareciendo que también estamos bien informados, no siempre es así. Nos referimos, dentro de los sistemas de refrigeración evaporativa, hoy incorporados en la inmensa mayoría de las naves construidas en los últimos años, a la eficacia de los mismos en función del clima de la   localidad, a su puesta en marcha y funcionamiento, a su debido   mantenimiento – ¡ay esa palabra tan   frecuentemente olvidada ! -, etc.   

Simplemente una pregunta, para   abrir los ojos a algunos – aunque   tal vez demasiado tarde -: ¿cuántos   se han parado a pensar sobre   porque montaron un sistema de refrigeración con paneles   evaporativos y no de boquillas   nebulizadoras …,. o bien al revés?   

Aquí en donde queríamos ir a parar hoy, aportando nuestro granito de arena con la publicación del interesante artículo sobre el manejo de los «coolings» o paneles humidificadores. Porque si bien los paneles evaporativos son un excelente medio para paliar los efectos del calor, ahondar en su correcto funcionamiento también es necesario.

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