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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de diciembre, 2020
Nos están tocando los huevos
Con esta rotunda frase ha comenzado la última acción de la principal organización abolicionista – animalista radical, que quiere prohibir la ganadería – en España. El cartel que cubría toda la fachada de un edificio en la Gran Vía de Madrid generó gran expectación por saber a qué se refería tal despliegue promocional.
Así daba comienzo una potente campaña que invita a los seguidores a dar su apoyo en la red social Twitter, a enviar al presidente del Gobierno una carta solicitando la abolición de las jaulas para ponedoras, a enviar un folio con pensamientos sobre la afirmación «El 77% de las gallinas en España viven confinadas en un espacio del tamaño de un folio».
Además, invitan a «escribir o llamar al teléfono de atención al cliente de supermercados, empresas y restaurantes pidiendo que tengan un compromiso público para dejar de vender huevos de gallinas enjauladas.» Todo muy guay, moderno y chulo, buscando atraer a la juventud que desea salvar el mundo a base de «me gusta». Y rodeado de toda una retórica dramática sobre el maltrato de la «industria del huevo», que mutila y explota a las gallinas, unos animalitos a los que les gusta, entre otras cosas, «cuidar de sus familias». ¡Hay que ser muy malo para hacer eso! Y, por si no tienes tiempo para tanto trabajo activista, «Dona»: Siempre es una opción fácil y que tranquiliza la conciencia, ya que la mayoría no tenemos una gallina a mano a la que «salvar».
La campaña pide directamente acabar con las jaulas, pero el ataque es al sector del huevo entero: los argumentos que hoy valen para denigrar la producción en jaulas, mañana servirán para pedir acabar con la producción en suelo, y también con los sistemas campero o ecológico. Porque se trata de asociar la producción ganadera y el consumo de alimentos de origen animal con todos los males presentes y futuros del mundo: enfermedades – incluidas la pandemia por COVID-19 y las patologías de origen alimentario -, deforestación, cambio climático, hambre y pobreza.
Está claro que la estrategia para acabar con la ganadería cuenta con aliados muy potentes, y se financia no tanto con las donaciones particulares, sino con sustanciosas aportaciones de quienes invierten al mismo tiempo en las empresas que hacen falsa carne y en el activismo animalista vegano.
Fortunas americanas ligadas a empresas tecnológicas, grandes corporaciones e incluso conocidos artistas donan cifras millonarias a estas organizaciones, que han convertido su activismo en un show mediático permanente, diseñado para despertar las conciencias, y generar emociones y empatía hacia los que «no tienen voz». Son agencias de comunicación alternativas, una actividad muy rentable en estos tiempos.
Afortunadamente, el sector tiene ya en marcha la extensión de norma, y puede disponer de presupuesto para contar con profesionales de la comunicación que nos ayuden a analizar la campaña, el impacto y sus objetivos, y que orienten al sector sobre la posición a adoptar.
En algo hemos mejorado nuestras posibilidades de respuesta y actuación. Debemos aprovechar de la mejor forma posible esta oportunidad.
María del Mar Fernández Poza Directora de ASEPRHU