Este artículo es parte de la edición de marzo, 2022

Las cosas de comer importan

La estrategia De la Granja a la Mesa (“From Farm to Fork”) de la Comisión Europea para el futuro de la producción agroalimentaria de la UE dibuja objetivos muy ambiciosos basados en una presunta mejora de la sostenibilidad, que se concreta en el incremento de la producción ecológica, la reducción del uso de fertilizantes y antimicrobianos y la mejora de las condiciones de bienestar animal mediante, entre otras medidas, la eliminación de la producción ganadera en jaulas.

El impacto de esta estrategia no ha sido evaluado por la Comisión Europea, pero los estudios publicados por el USDA, el Joint Research Center y la Universidad de Wageningen dan como resultado una disminución global de la producción de alimentos que, en principio, se vería compensada por el aumento de precios y de la facturación total de la explotación. El efecto previsto en los ingresos netos de las granjas sería una disminución del 12 % para los huevos, sin ventaja alguna en reducción de emisiones. A pesar de estas previsiones tan poco halagüeñas, que se repiten para los demás sectores, y de que podría suponer un aumento de la inseguridad alimentaria mundial para unos 22 millones de personas, no parecía que las instituciones comunitarias se plantearan revisar la estrategia.

Ahora llega la guerra en Ucrania y se evidencia la dependencia de la UE del abastecimiento de materias primas esenciales para la cadena alimentaria como el trigo, el maíz o el aceite de girasol. Materias primas para las que no hay alternativas a corto plazo, y que se suman a la dependencia del petróleo y del gas rusos, lo que podría conducir a una subida imprevisible de los precios de los alimentos y de la energía en Europa, con repercusiones a escala global.

El consejo informal de la UE del 2 de marzo trató sobre el impacto de la guerra en el mercado de productos agrícolas. El comisario de agricultura de la UE, Janusz Wojciechowski, manifestó su intención de activar las herramientas de seguimiento de crisis (en particular, el mecanismo europeo de preparación y respuesta ante crisis de seguridad alimentaria establecido por la Comisión), así como plantear medidas excepcionales en el marco de la Organización Común de Mercados (OCM) para los sectores más afectados y otras que aseguren y liberen el potencial productivo de la UE en 2022. Las opciones se estudiarán en el Consejo de Agricultura y Pesca el 21 de marzo. Varios Estados miembros han pedido establecer una estrategia a más largo plazo y un conjunto de herramientas lo antes posible para mejorar la resiliencia y la soberanía alimentaria de la UE, y que la soberanía alimentaria se incorpore a la política agrícola de la UE.

El propio comisario de agricultura afirma que si la seguridad alimentaria está en peligro, habrá que volver a analizar los objetivos de la estrategia “De la granja a la mesa” y corregirlos. Nunca es tarde… Cuando en 1962 se creó la Política Agrícola Común su objetivo era ayudar a los agricultores para garantizar la seguridad alimentaria de Europa, que tenía muy reciente la tragedia de las guerras europeas y las carencias de alimentos que causaron. Sesenta años después, y muchas reformas por medio, la realidad nos recuerda la importancia de volver a los fundamentos esenciales de la alianza sellada entre las naciones de Europa que tanto les ha beneficiado. No debemos dar la seguridad alimentaria por garantizada. Hay que seguir trabajando para conseguirla. Es una lección para no olvidar.  

Información facilitada por INPROVO

María del Mar Fernández Poza

Directora de ASEPRHU  

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