Si hacemos un repaso de la extensa bibliografía avícola hasta mediados del siglo pasado, vemos que la práctica totalidad de autores, españoles y extranjeros, se centran en la descripción de las diferentes razas de gallinas hasta entonces conocidas. De esta forma se describían con detalle sus aspectos fenotípicos (la forma corporal, el color del plumaje, el tipo de cresta, etc.) y, secundariamente sus aptitudes más sobresalientes, como podían ser su rapidez de crecimiento, su capacidad para la producción de huevos, etc. En base a ello, los avicultores de aquellos tiempos (en todo el mundo, incluida España) tomaban sus decisiones en la elección de la o las razas que iban a explotar según un criterio basado en la belleza de la raza, por delante de lo que creían más rentable para su mercado potencial.
Y así "seleccionaba" a esta/s raza/s según los conocimientos personales, muchas veces guiados más por unos aspectos fenotípicos que en unos criterios realmente genotípicos. Luego, en el primer tercio del siglo pasado, se empieza a comprobar que determinados cruzamientos entre individuos de diferentes razas podían ser más rentables que las mismas razas puras originarias, bien por una mayor velocidad de crecimiento, bien por una más elevada producción huevera, bien por una mayor resistencia a enfermedades, etc.
Se demostró así, en avicultura, el concepto de "vigor híbrido" o heterosis, que luego también se ha aplicado a otras producciones animales. Hasta entonces, mientras que para la producción huevera se solía partir generalmente de la raza Leghorn, considerada la líder en el huevo blanco, y de las razas New Hampshire o Rhode lsland en el más minoritario de color, para la de carne se utilizaban los machitos hermanos de las pollitas, aun teniendo en cuenta su lento crecimiento al no tratarse de unas razas especializadas para ello. Algo más tarde, sobre mediados del siglo pasado, para la producción especializada de pollería para carne, requerida especialmente tras el desarrollo económico a partir de la II Guerra Mundial, comienzan a criarse unos nuevos híbridos, producidos especialmente del cruce de la gallina Leghorn con algunos machos “semipesados” ya existentes en España, como eran los de las razas Rhode Island, New Hampshire, etc.
En España, concretamente, a partir del acelerado desarrollo económico de la década de 1960-1970, en los inicios de la misma comenzaron a implantarse delegaciones de las estirpes norteamericanas para la puesta y la producción de carne, algunas de ellas en las mismas granjas de selección españolas (con renuncia, éstas, de sus programas propios) y, en otras, en explotaciones de nuevo cuño.
La base para la búsqueda, en principio, eran los varios Concursos de Puesta o de Carne que entonces tenían lugar en Estados Unidos, por observación de las estirpes mejor calificadas, aunque se llegase al extremo, una vez ya comprometidos estas, de aceptar cualquier propuesta de ese país, sin fijarse demasiado en sus rendimientos.
En tanto que en el mercado español de aquellas épocas predominaban claramente las estirpes de puesta productoras de huevos blancos, por su superior rendimiento que las de huevos marrones, en el sector de la carne de ave se implantó muy rápidamente el sistema de integración vertical, copiado con más o menos éxito, del que predominaba en Estados Unidos.
Esto significó la práctica desaparición de los criadores independientes y que las decisiones sobre el tipo de pollo a criar las tomaran las grandes empresas integradoras, que al mismo tiempo que suministran los pollitos recién nacidos y el pienso, disponen de los reproductores y terminan el proceso en un matadero, bien propio o concertado. Mas tarde, entrando en el juego varios de los países europeos que formaron el entonces denominado Mercado Común (Francia, el Reino Unido, los Países Bajos y Alemania, principalmente), así como algún otro (Canadá, Israel, Japón, Hungría, etc.), comenzaron a operar en el mercado español otras estirpes comerciales procedentes de ellos. Así, hubo unos años (1960 a 1980) en los que el número de estirpes comerciales en liza en el mercado español fue muy considerable, como se muestra en la adjunta tabla.
TABLA 1. Estirpes comerciales de aves que han llegado a competir en el mercado español en los últimos 50 años (*)
Principales estirpes de puesto (**) | Otras estirpes de puesta (**) | Estirpes para cruces de carne |
Bovans | Antohny's | Anak |
Dekalb | Brenders | Arbor Acres |
Harco | Demler | Cobb |
Hisex | Fisher | Hubbard |
Hy-Line | Garrison | Hybro |
H&N | Honegger | Indian River |
ISA (***) | Hi-Cash | Nichols |
Kimber | Ideal | Peterson |
Lohmann | Stone | Pilch |
Shaver | Tetra | Ross |
Vantress |
(*) En negrita, las estirpes aun actualmente en el mercado europeo, bien con su propio nombre o bien absorbidas por otra marca. (**) Algunas empresas con una estirpe para huevo blanco y otra para el de color. (***) Originalmente, Warren.
Otro aspecto a hacer observar de aquellos años es el de que en el proceso de creación y explotación de aves de tipo híbrido se comenzó con el empleo de simples cruces entre distintas razas y sin que las poblaciones utilizadas fueran concretas o específicas.
Luego se siguió con el cruce de híbridos de líneas consanguíneas y se terminó con el cruce de estirpes con reconocida aptitud combinatoria, ya fueran de la misma o de distinta raza, solapándose esto último con lo anterior.
Finalmente, fruto también de los avances genéticos de la segunda mitad del pasado siglo, hay que destacar el desarrollo de algunos tipos genéticos de reproductores pesados que ofrecieron una descendencia autosexable, es decir, con clara diferenciación entre los dos sexos en el momento de nacer, bien por las plumas de las alas o bien por el color del plumón de la cabeza. Ello ha permitido la crianza de broilers separados por sexos, cuando se ha creído necesario, obviando así el sexaje cloacal o "japonés", practicado actualmente con la descendencia de algunos tipos de reproductores pesados, así como con la de las estirpes de ponedoras de base Leghorn.
Como consecuencia de los dos hechos antes mencionados y con independencia de otras razones económicas, desde finales del pasado siglo se ha ido registrando una reducción del número de granjas de selección, principalmente de Estados Unidos de donde provenían gran parte de las indicadas en la tabla precedente.
Muy posiblemente, el "respeto reverencial" de los avicultores españoles y europeos en general frente a 1os norteamericanos, al que aluden Orozco y Campo en un resumen de la situación en 1978 (*), fue excesivo pues bastantes de las estirpes importadas de Estados Unidos no respondían a las expectativas que se habían depositado en ellas. De esta forma, no es de extrañar que, en los últimos años, a la par que ha disminuido significativamente el número de empresas norteamericanas de genética aviar, cuyas estirpes se mencionan en la tabla precedente (unos dos tercios de las cuales tienen este origen), se hayan ido consolidando las europeas, algunas de ellas con adquisición de material genético procedente de Estados Unidos.
(*) Para más información, ver: “Situación de la mejora genética avícola en la CEE y en España. Programas de mejora genética”, por F. Orozco y J.L. Campo. (XVI Symp. de la AECA, Burgos. Publicado en “Selecciones Avícolas” 1979: 1, 11-16)
Al mismo tiempo, los objetivos de la selección han ido cambiando. Por ejemplo, mientras que a mediados del siglo pasado se tendía a mejorar:Hoy en día, sin abandonar estos objetivos, se han añadido otros tan importantes como:
En esta carrera por aventajar a la competencia muchas empresas han cometido errores que, a veces, les ha ocasionado la pérdida o una reducción de su actividad en un determinado mercado o país. Basta considerar que los resultados de una determinada decisión en materia genética tardan en evidenciarse varios años (al menos 4 ó 5), por lo que un error cometido en un determinado aspecto puede tener consecuencias desastrosas a largo plazo.
Como ejemplos de unos caracteres antagónicos tenemos los siguientes:
Este último caso es de una especial complejidad para las integraciones de pollos debido a que estas, entre otras cosas, han de evaluar cuidadosamente la necesidad de disponer de una estirpe de reproductoras caracterizada por una elevada producción de huevos, con el consiguiente número de pollitos recién nacidos, o bien primar la velocidad de crecimiento y el rendimiento cárnico de los broilers.
En este campo, pues, la competencia entre las empresas de genética es muy aguda a fin de poder ofrecer a las integradoras las líneas de aves reproductoras que se hallen mejor "equilibradas" para cubrir ambos requisitos de la forma más rentable posible para sus clientes. Esto, además, tiene otra faceta que complica la situación, respondiendo a una pregunta ya clásica: ¿deben las empresas de genética tener productos especiales para determinados mercados o bien desarrollar un producto que sirva para todo el mundo?
La respuesta no es sencilla pero, en general, teniendo en cuenta la facilidad de comunicaciones de hoy en día, que ha facilitado los intercambios comerciales entre los principales países exportadores de productos avícolas (Estados Unidos, los Países Bajos, España, etc., en el mercado del huevo, y también Estados Unidos, Brasil, Tailandia, Ucrania etc. en el del pollo) y los importadores, y que, entre aquellos, los métodos de producción son bastante semejantes, salvando las lógicas diferencias por el clima, sus economías, etc., diríamos que las líneas genéticas con las que se trabaja en todos ellos para resolver este dilema son las mismas.
Esto no obsta, sin embargo, para que algunas importantes empresas de genética hayan desarrollado, además, unas estirpes diferentes para cubrir unas necesidades específicas de determinados mercados, principalmente en el sector de la carne de ave.
Para finalizar, creemos necesario añadir unos comentarios sobre lo que la avicultura debe a los avances genéticos ya que, ante una comparación entre los mejores rendimientos de las aves con las que se trabaja actualmente con las de hace unos años, se podría plantear la duda del grado la responsabilidad que incumbe a los genetistas, a los nutrólogos, o a las mejores condiciones de sanidad y de manejo con las que hoy se crían las aves.
A este respecto son muy demostrativas las experiencias realizadas por Havenstein y col. (1994 y 2003) en las que compararon el crecimiento de los broilers de una genética de 1957 o bien del momento y alimentados o bien con unas raciones también de aquel año o bien de este último.
TABLA 2. Efectos de la genética y la nutrición en el crecimiento de los broilers hasta 42 días (*)
Genética del año | 1957 | 2001 | ||
Nutrición del año | 1957 | 2001 | 1957 | 2001 |
Peso vivo, g | 359 | 578 | 2.162 | 2.672 |
Índice de conversión | 2,34 | 2,14 | 1,92 | 1,63 |
Mortalidad, % | 1,8 | 2,4 | 3,6 | 3,6 |
Rendimiento canal, % | 60,0 | 61,0 | 68,3 | 73,3 |
Carne de la pechuga, % | 11,6 | 11,6 | 17,4 | 20,0 |
Grasa abdominal, % | 0,27 | 0,62 | 1,10 | 1,40 |
Grasa total, % | 8,5 | 10,9 | 12,2 | 13,7 |
(*) Havenstein y col., 2003. Poultry Sci., 82: 1500'-1518
En resumen, si bien entre los años 1957 y 2001 se había mejorado en lo referente a la nutrición (aparte de otros aspectos, no analizados en esta experiencia, como habían sido la condiciones ambientales de las naves), no cabe duda de que la mayor parte de los progresos pueden atribuirse a la genética ya que:Sin embargo, ello no obsta para que, al mismo tiempo, en los últimos años hayan surgido determinadas miopatías pectorales ligadas precisamente a la extraordinaria velocidad de crecimiento de los pollos actuales, como son las llamadas “pechugas de madera” las “estrías blancas”, etc.”.
Frente a estos problemas, mientras que, por una parte, se han desarrollado algunos métodos de detección para poder desviar las canales afectadas para un despiece, por otro la selección genética actual de los reproductores está incluyendo un estudio pormenorizado del problema con el fin de analizar con más detalle los factores que pueden influir en ello. Por su parte, el sector del huevo no se ha quedado atrás, estimándose que los avances de las principales estirpes comerciales de puesta (blancas y de color) en los últimos 50 años han sido de:
Aparte de todo ello, una vez logrado que las gallinas de las estirpes marrones alcancen en su producción a las de base Leghorn en casi todos sus caracteres, salvo en la ingesta de pienso, el reto actual se halla en prolongar la vida productiva útil de las mismas hasta unas 80 semanas de vida, al menos.
El problema estriba no tanto en mantener una curva de puesta aceptable en las últimas semanas de producción sino una calidad aceptable del huevo, principalmente la de su cáscara, con el problema inherente de los mayores niveles de roturas a edades avanzadas.
JOSÉ A CASTELLÓ
jacastello@avicultura.com