Este artículo es parte de la edición de octubre, 2020

Editorial: Todas tienen sitio

Cuando, cansados ya de todo lo relacionado con el COVID y, en nuestro sector, con los dimes y diretes relacionados con las condiciones de trabajo en los mataderos de aves, se nos anuncia una posible huelga en los mismos, nos encontramos con una noticia que añade algo de frescura a nuestro entorno, no podemos menos que celebrarlo.

Nos referimos, concretamente, a lo publicado recientemente en Cantabria sobre la gallina Pedresa, una raza autóctona de esta CC.AA., que ahora se quiere promover, tanto para su fijación genética, desde un punto de vista fenotípico, como para su conservación y hasta en la promoción para su crianza en condiciones naturales del entorno montañoso de la zona y, finalmente, para su oferta como ave campera en los restaurantes locales.

Gallo de Pedresa Barrado Nevado (Foto: J.Rey del libro “Gallinas de Raza” de Amadeu Francesch Vidal)

Hasta aquí, nada a objetar, pues para nosotros, todo lo que se haga para promocionar la avicultura de cualquier tipo merecerá siempre nuestra atención, faltaría más, bien sea el de un huevo blanco, marrón o “azul” – ¿? -, de un pollo broiler o campero, o de cualquier otro producto cárnico de las aves – sea pato, capón, perdiz, etc. -. Pero esto sí, no a costa de denigrar a lo “industrial”, llámese pollo broiler o huevo de batería, para ensalzar a lo propio. La noticia, en sí, no da para mucho más, aparte de recordarnos el ancestro histórico de esta gallina – mencionada ya en una obra del fundador de la Real Escuela de Avicultura, Salvador Castelló, en 1930 -, describir sus características, etc.

Pero sí nos recuerda otra parecida, del pasado mes de junio, en la que, entusiásticamente, se nos hablaba también de otra ave autóctona, el Galo Celta, con unas preciosas vistas de estas aves correteando en un entorno boscoso gallego y finalmente en la cazuela de algunos restaurantes de la zona, compitiendo con los caros mariscos de las Rías Baixas.

Y, de esta forma, creemos que todos recordarán lo que en la misma Galicia se ha hecho por la conservación de la gallina de Mos, en Asturias por la Pita Pinta, en la Comunidad Valenciana por la de Chulilla, en Cataluña por la Prat y la Penedesenca y así tal vez en alguna otra, con intervención de las respectivas Consejerías de Agricultura como promoción del medio rural. Así, como indicamos en el titular, todas estas razas autóctonas, estén o no reconocidas oficialmente como tales, deben tener sitio en nuestros gallineros, no ya solo como reconocimiento de su aporte histórico a su región de origen sino también por su contribución al desarrollo del medio rural y a la rica y variada oferta gastronómica de nuestro país.

Pero al lado de ello, no debemos olvidar los continuos ataques que, por otra parte, está sufriendo nuestro pollo broiler. Sin ir más lejos, en el momento de redactar estas líneas, un reciente estudio de la “Liga Humana del Reino Unido”, indicando que actualmente hasta el 90 % de las pechugas pueden estar afectadas por la miopatía de las “estrías blancas” y otro de la Universidad canadiense de Ontario, acusando a los broilers de las genéticas actuales del mismo problema, aparte de otros varios, nos recuerda que la presión de esos grupos “animalistas” por el bienestar de nuestras aves no ha cesado y que debemos estar en guardia permanente en torno a ello.  

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