Este artículo es parte de la edición de marzo, 2020

Como si aún no pagáramos suficientes impuestos, una reciente propuesta, presentada al Parlamento Europeo a comienzos de febrero de 2020, ha abogado por el establecimiento de una “tasa de sostenibilidad” para las compras de carnes de vacuno, porcino y aves, que serviría para combatir el cambio climático.

La propuesta ha sido hecha por la Coalición TAPP – “True Animal Protein Price Coalition”, con sede en Amsterdam, que reúne a los grupos ambientales, sanitarios y de bienestar animal de ámbito europeo y responsabiliza a estos sectores ganaderos del 14,5 % de las emisiones de gases de efecto invernadero, no ya solo por las emisiones de metano del vacuno sino por la producción de piensos, el transporte de la carne, etc.

Y al mismo tiempo, argumenta que, si comiéramos menos carne y la sustituyéramos por frutas y hortalizas, nuestra salud mejoraría, lo cual podría ahorrar muchos miles de millones de euros de la atención sanitaria europea. Según sugieren, este impuesto, de aprobarse, debería comenzar a aplicarse en el año 2022 y recaudaría unos 32.300 M€ para el 2030, que se podrían utilizar para ayudar al sector agrícola a invertir en unas prácticas más sostenibles, apoyar a países en desarrollo y proteger los bosques y la biodiversidad.

Pero como ya estiman que ello encarecería las carnes – la de pollo en 1,70 €/kg, en 3,60 €/kg la de cerdo y en 4,70 €/kg la de vacuno -, reconocen que originaría una reducción en sus consumos respectivos en un 30 %, un 57 % y un 67 %. La oportunidad de la propuesta es evidente, por caer de lleno en la prioridad que tiene la Unión Europea – UE – en la lucha contra el calentamiento global y su base se solapa con lo expuesto en un informe del World Research Institute, un centro de estudios con sede en Washington que, el pasado julio emitió un informe denunciando los 3 grandes retos que tiene planteado el sistema alimentario mundial para el 2050: la necesidad de incrementar la producción de alimentos, evitar una expansión agrícola desaforada -en detrimento de los bosques – y reducir las emisiones de efecto invernadero en el sector agrícola.

Y, añadiendo que las demandas actuales de alimentos y consumo de carne muestran tendencias insostenibles, sugería que si los consumidores cambian un 30 % sus hábitos y optan por una dieta más vegetariana, se lograría cubrir la mitad de los objetivos… .

Así las cosas, aunque reconociendo la importancia del cambio climático y de que todos deberíamos aportar nuestro granito de arena para intentar revertirlo, creemos que, antes que fijarnos en el aporte de la ganadería, tendríamos que apuntar más alto, hacia el uso de unas fuentes alternativas de energía, evitar el desperdicio de alimentos, producir con una mayor eficiencia, etc.

Y, en último extremo, por favor, dejar de incluir a la carne de ave en el cambio climático pues, al menos en lo que respecta a la producción de gas metano, su aporte es tan ridículo, en comparación con el de los rumiantes, que el pensar en penalizar el consumo no llegaría a compensar lo que supondría prescindir de la fuente proteica más valiosa que tiene la humanidad.

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