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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de octubre, 2018
DE LOS VEGANOS, NO REIRSE
Comenzando por aclarar la diferencia entre “vegetarianos” y “veganos”, recordaremos que en tanto aquella se aplica a quienes se alimentan fundamentalmente de productos vegetales, la segunda se refiere a quienes únicamente lo hace con ellos, rechazando cualquier otro del reino animal, incluso la leche y los huevos, los más estrictos.
Partiendo de ello y de nuestro respeto por estas creencias, aunque no las compartamos, en lo que no estamos de acuerdo es en que determinados grupos de activistas nos quieran hacer comulgar con ruedas de molino. Esto viene a cuento con la diferenciación que podríamos hacer de los grupos animalistas, clasificándolos en “bienestaristas” y “abolicionistas”.
Adentrándonos en esto, podemos estar de acuerdo, hasta cierto punto, con bastantes de las propuestas de los primeros en relación con el bienestar de los animales de granja, siempre que en ellas no se tergiverse la realidad. Gracias a a ellos, por ejemplo, se ha legislado sobre el aturdido de los animales en su sacrificio, el espacio de que deben disponer en su crianza y en una multitud de detalles en los que, tal vez, los productores, preocupados por el día a día de su granja y los aspectos económicos que conlleva su manejo, no habríamos pensado.
Sin embargo, los abolicionistas ya son diferentes por estar en contra del consumo y, por supuesto, de la crianza de cualquier tipo de animal por ser una forma de esclavitud, dicen, y esto implica la necesidad de convertirnos en veganos.
Los logros de estos últimos, lamentablemente, son bien patentes, fruto de su difusión en la sociedad actual. Por ejemplo, mientras que en el año 2006 se estimaba que en el Reino Unido contaban con unos 150.000 adheridos a su movimiento, en el 2016 ya eran unos 542.000. Y en Francia, uno de los principales grupos de este movimiento, el L214, que en el primer año – 2007 – había recogido 5.000 € de donaciones, el año pasado ya tenía un presupuesto de 3 millones y contaba con 30.000 adheridos.
Y si nos referimos a España, la actividad de estos grupos es bien manifiesta, como han demostrado en su campaña contra la producción de huevos por gallinas en jaulas, que está cambiando profundamente la estructura de este sector, su boicot a determinadas cadenas de alimentación remisas a seguir sus dictados, etc. La última noticia en el momento de redactar este comentario, la presión realizada por Igualdad Animal ante la conocida Tate Gallery, de Londres, para que ésta retire del menú de su restaurante el foie-gras que recibía de una granja francesa –en el Reino Unido está prohibido el engorde forzado de patos y ocas -. Además, la lucha contra este producto no ha acabado aquí, al haber conseguido ya 100.000 firmas para pedir al Gobierno británico que prohíba totalmente la importación de este delicioso producto.
Así las cosas, aunque los criadores de Gallus gallus aun no se hallan en el mismo punto de mira que los de las palmípedas, creemos que, frente a la fuerza de esos grupos veganos o abolicionistas podemos contar con poderosos argumentos, como son:
- - Los animales de crianza son indisociables de la cultura humana, con el consumo de su carne, su leche y sus huevos desde la antigüedad.
- - El ser humano, omnívoro por naturaleza, debe comer de todo para cubrir sus requerimientos nutricionales, no bastándole los productos vegetales.
- - Sin la crianza animal no hay una producción alimentaria suficiente, que requiere el aporte nitrogenado adecuado para los cultivos y los pastos.
- - Y, para finalizar, no hay que confundir los derechos del hombre con los de los animales.
La pregunta final es: ¿seremos capaces, entre todos, de oponernos de forma eficaz a esas corrientes sentimentalistas que pretenden cambiar nuestras formas de vida?