Este artículo es parte de la edición de septiembre, 2018

Un pollo para todos los gustos

La coincidencia de varios informes y artículos de opinión sobre la carne de pollo que comemos nos lleva a ocuparnos de nuevo en este tema, con un ave objeto de crianza de muchos miles de productores en todo el mundo y últimamente puesto en entredicho por quienes abogan por su sustitución, bien por otro tipo de crecimiento más lento, o bien incluso por una “ética” carne sintética. Y si lo primero es gracioso, lo segundo, lamentable, al menos en nuestra opinión. Veamos porque.

Recientes datos tratando de la producción “industrial” del broiler – y que conste que empleamos este término no en el sentido despectivo que le darían algunos, sino para aclararnos – nos muestran que la casi totalidad de los producidos en el mundo actualmente proviene de dos genéticas de rápido crecimiento, dejando solo un exiguo 4 % para una tercera, de desarrollo algo más lento que las anteriores. Y también nos indican que, a consecuencia de las campañas de determinados grupos protectores del bienestar animal, con eslóganes tales como el de las carnes libres de hormonas, de productos químicos, de antibióticos y de GMO, se ha observado como una creciente masa de consumidores, prescindiendo de las diferencias en precios, se va inclinando hacia esos tipos de pollo, llámense “certificados”, “naturales”, de corral, o lo que sea.

El fenómeno, al que ya nos hemos referido en otras ocasiones, es más acusado en otras latitudes que entre nosotros, sin ir más lejos con el “Label rouge” de Francia, el “Beter Leben” de los Países Bajos, etc., y unas producciones “in crescendo”, compitiendo con el broiler tradicional. El que, además, algunos pongan ventanas en los gallineros, balas de paja y otros “juguetes” para entretener a las aves, o les dejen acceso a un “jardín de invierno” no nos parece mal si así quieren ofrecer un imagen de unos pollos más “felices”, pero que a la larga acabarán igual, en el matadero, y finalmente en algunas mesas… pero, eso sí, a unos precios siempre algo superiores que los ya aludidos broilers industriales. Mientras que haya quienes los compren...

En lo que no estamos de acuerdo es en las argumentaciones de algunos en denigrar a éstos en pro de aquellos y, mucho menos, en la publicidad de la carne “ética”, cultivada o producida en laboratorio, para mejorar el bienestar humano y medioambiental y en la que, según dicen, “no hay presencia de los productos químicos o antibióticos que se encuentran en el 80 % de la carne industrial”. Porque con mentiras de este calibre no se conquista nada, ni tampoco con nombres confusos que llaman a engaño de aquellos “veganos” propicios a creer todo lo que les cuentan unos medios de comunicación que solo desean llamar la atención.

En cambio, el atraer al consumidor con unas presentaciones cada vez más atractivas de los productos despiezados o elaborados y de formatos o tamaños muy variados nos parece correcto, siendo hoy una norma habitual de las grandes superficies, responsables actualmente de la mayor parte de las ventas. El artículo sobre maqueting que hemos incluido en este número creemos que es muy esclarecedor a este respecto, aun sin haber abordado la antipática comparativa entre los diferentes tipos de pollos. En resumen, creemos que debe haber un tipo de pollo para todos los gustos, con la compra de canales enteras para quienes lo hacen por el precio, de productos despiezados para las familias reducidas, de elaborados para los “comodones” y de los diferenciados para quienes tienen una celebración. Pero atención a las futuras carnes “éticas” que quieren hacerse un hueco en nuestra cesta de la compra a costa de una falsa publicidad.

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