Este artículo es parte de la edición de junio, 2018

LA “HUELLA DE CARBONO” Y LA PRODUCCIÓN AVÍCOLA

José A. Castelló

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A buen seguro, en los últimos tiempos todos hemos oído hablar repetidamente de la huella de carbono, sin pararnos a pensar en lo que realmente significa y que importancia puede tener este concepto en nuestro entorno, nuestra sociedad o el futuro de nuestros hijos.

Y como realmente la tiene, y mucha, en base a un estudio sobre el tema al que hemos accedido, creemos conveniente exponer unas consideraciones sobre el tema, por su incidencia ya en nuestro desarrollo y el que puede tener en la vida en general de nuestro planeta.

¿Qué es la huella de carbono?

Según Wikipedia, la huella de carbono se ha definido históricamente como “las emisiones totales originadas por un individuo, un evento, una organización o un producto en su equivalente en dióxido de carbono – CO2 –“.

Y ahí va otra definición: “La huella de carbono cuantifica la emisión de gases de efecto invernadero a lo largo del ciclo completo de un producto” – Wageningen University.-

En la ganadería, estos gases que producen el “efecto invernadero” que afecta a nuestro planeta son el citado CO2 y el metano – CH4 –, añadiéndoseles a veces, por su efecto contaminante de la atmósfera, el óxido nitroso – N2O -, aunque no sea tal. Y todos ellos, concentrándose en la misma, en cantidades que han ido “in crescendo” desde el comienzo de la revolución industrial, son los causantes del calentamiento global, el deshielo del casquete polar, el cambio climático y tantos otros fenómenos que están afectando a la vida de nuestro planeta.

Precisando algo más, Wright y col. indican que la huella de carbono es “una medida de la cantidad total de las emisiones de CO2 y CH4 en un límite espacial y temporal de población, sistema o actividad, considerando todas las fuentes relevantes”, y calculándose en base al potencial de calentamiento global durante 100 años.

Aún sin entretenernos más en el concepto, recordaremos que las principales fuentes de producción se derivan del uso de la energía para el alojamiento humano – por el uso de la electricidad, la calefacción, etc. -, para el transporte – el público y el privado – y la alimentación. El grado de desarrollo económico de cada país determina la huella de carbono individual de sus habitantes y así no es de extrañar, por ejemplo, que el de un norteamericano medio sea unas 5 veces mas elevado que el de la media de todos los habitantes de nuestro planeta.

Y para terminar esta ya larga introducción, recordaremos también que la huella de carbono puede reducirse mediante el desarrollo de proyectos alternativos, como son la reforestación, el empleo de energías alternativas – geotérmica, fotovoltaica, etc. -, un menor empleo del carbón para calefacción, etc. En fin, un conjunto de medidas, algunas de ellas controvertidas, que han dado lugar a numerosas conferencias y acuerdos internacionales, de cumplimiento posterior más o menos aleatorio por parte de los países firmantes de los mismos.

La responsabilidad de la ganadería y la avicultura

Retomando la cita a la que nos referíamos inicialmente, diremos que se trata del “Food Carbon Footprint Index 2018”, un estudio publicado por nu3, detallista alemán de nutrientes y suplementos, interesado en conocer lo que se puede reducir la huella de carbono mediante una dieta vegana, es decir, cambiando el consumo de unos productos de origen animal por otros de origen vegetal. Su base, bien evidente en Alemania, país en el que el veganismo (*) es una forma de vida y donde el consumo de productos veganos ha doblado sus ingresos en el último año.

Para este estudio, la empresa ha partido de los datos de la FAO – Organización para la Alimentación y la Agricultura -, de las Naciones Unidas para cotejar la cantidad de CO2 que se genera en la producción de 11 tipos diferentes de alimentos – 7 de procedencia animal y 4 vegetal -, con la población humana de 130 países de todo el mundo. Luego han establecido un “ranking”, de mayor a menor, según la diferencia entre el promedio de los 7 productos animales y el de los 4 vegetales, es decir, una clasificación ordenada de forma descendiente desde el país que origina la mayor huella de carbono por su elevado consumo de aquellos – Argentina – hasta los que se hallan en el extremo, opuesto – dos africanos y dos asiáticos -, por su elevado consumo de productos vegetales y escaso de animales.

Antes de seguir, creemos necesario exponer en la tabla siguiente los datos utilizados para calcular la emisión de CO2 de los alimentos escogidos.

La responsabilidad, desglosada por países

Partiendo de los citados datos y de la población humana en los países seleccionados, en las tablas siguientes se expone un resumen de los datos del informe en la responsabilidad en la huella de carbono de la carne de ave – pollos, pavos y otros tipos – y los huevos, junto con la media de otras cinco producciones animales – porcina, ovina y caprina, bovina, láctea con sus derivados y de la pesca -, así como la de cuatro productos vegetales – trigo y subproductos, arroz, soja y frutos secos –.

Esto lo hacemos agrupando por separado los principales países de la Unión Europea –tabla 2 -, los principales de Hispanoamérica – tabla 3 – y un escogido grupo de otros de relevante importancia económica y avícola – tabla 4 -.

 

Finalmente, en lo referente a España, en la tabla 5 mostramos los datos desglosados de cada una de las producciones animales y vegetales consideradas.

……. Y unos comentarios finales

Con todo ello, el lector, posiblemente, se preguntará a donde queremos llegar con esta marabunta de datos y que importancia pueden tener para todos los. involucrados de una forma u otra con la producción animal..

A nuestro entender, se deducen dos consideraciones importantes:

  1. Basados en el ranking mundial asignado en este estudio, los habitantes de los países ocupando los puestos superiores, Argentina y Uruguay, en Hispanoamérica, Suecia y Dinamarca, en Europa, y Estados Unidos, a nivel global, tienen la mayor responsabilidad en la huella de carbono, pudiendo reducir la misma si pasasen a consumir una dieta con un menor aporte de proteína animal.
  2. Comparando dos países vecinos, España y Francia, con unas producciones avícolas bastante parecidas, en conjunto, pero con un mucho más elevado consumo cárnico y lácteo en ésta – alrededor de un 35 % más que en aquella -, y viendo la gran distancia que hay entre ellos en el ranking mundial, se deduce que la incidencia de los productos avícolas, en comparación con la de otros de origen animal, es mínima.
  3. Todo lo indicado no guarda ninguna relación con la llamada ”pirámide de la alimentación saludable” con la que nuestras autoridades sanitarias nos aconsejan sobre los alimentos que deberíamos consumir preferentemente, mientras que con los datos del estudio al que nos referimos se nos advierte sobre nuestra responsabilidad en relación con el medio ambiente. 

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