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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de abril, 2018
Xi Jinping, Presidente de la República Popular De China.
“GUERRAS” QUE NOS AFECTAN
No nos referimos a los conflictos bélicos más o menos abiertos en Oriente Medio y otras varias partes del mundo que quizás debieran afectarnos más de lo que lo hacen, sino a las guerras comerciales en las que andamos inmersos sin que el común mortal se aperciba de ello, pero termine por acusar sus efectos a medio o largo plazo.
Ejemplos hay muchos, desde los habidos en el pasado – el boicot en las carreteras francesas a los productos agrícolas españoles, por citar solo uno – hasta los más recientes, a los que queremos referirnos.
El de mayor envergadura, la clara guerra comercial entablada entre Estados Unidos y China, motivada por la proteccionista visión de un Donald Trump, cada vez más aislado en su propio país, por imponer aranceles a la importación de numerosos productos chinos y la reacción de esta última por hacer lo mismo gravando la entrada de diferentes productos agroalimentarios norteamericanos.
Aun en plena ebullición el problema al escribir estas líneas, si lo traemos a colación es por su importancia para todos los sectores ganaderos, y para la avicultura en particular, por afectar al comercio mundial de dos productos de importancia en alimentación animal, la soja y el sorgo. En cuanto a aquella, representando China casi las dos terceras partes de las importaciones mundiales, es evidente que de no resolverse el conflicto, entre los otros dos grandes productores americanos de soja – Brasil y Argentina – no van a poder suplir la falta norteamericana, con las consiguientes consecuencias en los precios de esta crucial materia prima en los mercados.
Haremos aquí un inciso para recordar a nuestros lectores la casi absoluta necesidad que tenemos actualmente de la harina de soja en la alimentación de las aves – especialmente el pollo y el pavo – debido a su elevado contenido en un aminoácido – la lisina -, que difícilmente puede ser aportada por otras materias primas, incluso contando con su suplementación mediante una fuente sintética.
Por otra parte, una nueva “guerra” comercial afecta ya al sector avícola del pollo de la Unión Europea: la prohibición de ésta para la importación de productos de pollo de 20 plantas procesadoras de Brasil. En este caso la justificación ha sido la posibilidad de la presencia de salmonela en las muestras de pollos procedentes de este país, mientras que los brasileños argumentan que se trata de una prohibición comercial vestida de motivos sanitarios, contra la que recurrirán ante la Organización Mundial de Comercio.
Y mientras tanto, el Foro Mundial sobre “commodities” de la UNCTAD – Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo – celebrado recientemente, nos advierte de la “extrema dependencia” que tienen más de 90 países de todo el mundo del precio pagado por tales materias primas por provenir sus ingresos solo de unos productos naturales, de la agricultura y la minería, principalmente, cuyo valor económico, generado en el exterior, no basta para fomentar su desarrollo económico.
El absurdo, manifestado aquí solo a través de estos tres casos, nos rodea, no sabiendo a donde nos conducirá en el convulso mundo en el que vivimos.