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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de febrero, 2018
Finalizado ya enero y habiendo recuperado el pulso tras un año que calificamos de atípico, podíamos decir que se acabó la dicha que nos ha deparado el 2017, por el descenso que hemos presenciado en los precios de nuestros dos productos, el pollo y el huevo.
En lo referente al pollo, puede verse que seguimos contando con dos mercados diferentes, según la pigmentación del sujeto. Mientras que el mayoritario blanco en la semana post-Reyes reafirmaba su firmeza -lo que había hecho el amarillo un mes antes-, su competidor pigmentado mantenía su posición durante todo enero. Sin embargo, no pudiendo mantenerla, casi al final del mismo ambos tenían que ceder posiciones, más aquel que éste, terminando casi por igualarse.
De todas formas, cabe hacer observar que, para la media de enero, los precios del género vivo se han mantenido al menos iguales o superiores que los del mismo período del año pasado, lo que es muy positivo si tenemos en cuenta la evolución a la baja de los costes de la alimentación.
Mientras, en el huevo ninguna sorpresa, como ya era de esperar, a la vista de la tendencia a la baja, ya iniciada a fines de diciembre, y la paulatina normalización de este mercado en la Unión Europea, en vías de superar la crisis del pasado verano a causa del escándalo del fipronil.
En general, a lo largo del último mes los precios del huevo han caído en un 20-25%, manteniendo sus distancias entre categorías, aunque, al igual que en el caso del broiler, estando todavía muy por encima de los correspondientes de enero del 2017 y, en todo caso, cubriendo sobradamente los costes de producción. Ahora solo faltará que los movimientos que están ocurriendo en el sector productor, con el paulatino, pero casi imparable cambio que está teniendo lugar en los sistemas de explotación, no rompan el equilibrio de este mercado hasta el punto de distorsionar nuestros excedentes para la exportación.•