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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de noviembre, 2016
La pregunta es: ¿el amarillo es un sabor? Y la contestación, con el diccionario de la RAE en la mano y el sentido común, enseguida nos diría que el amarillo es un color, aunque nunca un sabor.
Pues esto se ve que lo ignoraban los especialistas de marketing de una marca de huevos, cuyo nombre preferimos no mencionar, que en los lineales de un hipermercado de El Corte Inglés, en Barcelona, nos sorprendían con la utilización de este “slogan” publicitario para llamar la atención hacia su producto, como si el color amarillo de la yema les tuviese que conferir un mejor sabor. Sería cuestión de explicar a este “técnico” en marketing de donde procede el color de la yema – del maíz, como cereal mayoritario, aparte tal vez de algún pigmentante – y que ello en modo alguno influye sobre el sabor de tan excelente producto.
Valga este pequeño ejemplo para centrarnos en algo que nos comentaba, escandalizado, hace ya tiempo, un amigo nuestro, por más señas productor de huevos y profesor universitario, sobre el caos reinante en los lineales de los supermercados, en torno a las denominaciones y los fraudes por la forma en que los huevos se expenden a público.
Movidos por el interés en comprobar de primera mano sus observaciones, es por lo que nos habíamos desplazado al hiper en cuestión en el que, aparte de la sorpresa de los citado huevos de “sabor amarillo”, hemos encontrado nada menos que otras 14 presentaciones diferentes que creemos merecen nuestro comentario de este mes.
Ante todo, continuando con los calificativos de producto, la verdad es que los que vimos en el citado lineal no ayudaban demasiado al comprador en su elección: “frescos” – ¿es que no lo son todos los de la clase A y con fecha de caducidad? -, “de corral”, de “gallinas en libertad”, etc.
Pero lo curioso era lo referente a los códigos identificadores de los sistemas de producción, repartidos principalmente entre el 0, el 1 y el 3, pero sin ninguno del 2. Ante ello, dos consideraciones: 1) ¿cuál es el destino de los huevos producidos por las gallinas alojadas sobre yacija y sin salida al exterior, los englobados en este código, que suponen nada menos que unos 2 millones de cabezas, es decir, el 5,5 % del parque de puesta en España?; 2) en 4 de los casos en que intuimos que los huevos eran de gallinas en jaula
– código 3 -, en razón a su precio de venta, esto no se hallaba indicado en su envase, aunque suponemos que sí en su cáscara , evidentemente no visible desde el exterior.
Pero aún mas caótico era su clasificación por pesos, al indicarse en 6 de los casos no las letras reglamentarias sino el contenido en peso del envase …, pero sin acuerdo entre los productores: 318, 328 o 378 gramos la media docena. Con ello se obliga al comprador a hacer un ejercicio mental para conocer la categoría del huevo de su interés, dificultando la de ya por sí evidente dificultad de comparar la clase de huevo – jaula, campero, etc. – con su peso, el contenido del envase – casi todos de media o una docena, aunque en un caso de 10 unidades – y, finalmente, su precio.
A esto último es a donde queríamos llegar, tras indicar que en el día de nuestro estudio los precios variaban entre 1,20 y 5,38 € por docena. Pues si bien esta amplia variación nos parece lógica, atendiendo a todo lo indicado, la pregunta que nos planteamos es la de cómo puede decidir el comprador que huevos comprar en función de su precio. O bien, ¿es posible que en el caso del huevo, éste no se tome en consideración, por ser un factor secundario, detrás de otros aspectos?. Porque si esta sospecha fuese cierta – a diferencia, por ejemplo, de lo que observamos al adquirir un brick de un litro de leche, en cuyo caso solo miramos su contenido graso -, casi tendríamos que dar la razón a quienes opinan que en el caso del huevo el precio de venta en el lineal no es lo más importante, sino otros factores.
Y, llegados a este punto, ya nos explicaríamos mejor lo sucedido en otros países de nuestro entorno económico en los que el huevo de gallinas en jaulas o bien ya no se halla en los mercados o bien está desapareciendo rápidamente. Y con una inquietante pregunta final: ¿no estaremos yendo nosotros en la misma dirección, aunque sin darnos cuenta? •