Este artículo es parte de la edición de marzo, 2015

Los gallos seguirán peleando en Canarias

Los organizadores de peleas de gallos en Canarias se sintieron aliviados el mes pasado: el texto de la reforma del Código Penal aprobado el 11 de febrero en el Congreso no incluía ninguna referencia a ellas. El Partido Popular había rechazado finalmente las dos enmiendas de Esquerra Republicana de Catalunya que solicitaban castigos, incluyendo penas de prisión, para quienes las promovieran.

Canarias y Andalucía son las únicas comunidades autónomas en las que las riñas de gallos son legales. En el caso de Canarias, la Ley de Protección de los Animales de 1991 las admite “en aquellas localidades en las que se hayan venido celebrando”. Una tradición que en las islas se remonta 500 años atrás, hasta la propia conquista del archipiélago, apuntan sus valedores.

Como ocurre con las corridas de toros, esta práctica genera un intenso debate sobre el trato que se da a los animales. Pedro Hernández, miembro de la ONG canaria El Gincho, es contundente en su postura: “Ha de pasar a la historia. No se puede recurrir al argumento de que se trata de una tradición cuando hablamos de la vida de unos animales. Igual que en nuestra sociedad han cambiado los criterios en relación con el medio ambiente, lo han hecho también sobre la vida animal”. Manuel Ojeda, de 55 años y residente en Telde -Gran Canaria- es criador de los de toda la vida, como lo fue su padre y ahora también sus hijos. Posee unos 70 gallos, y califica las riñas como un “deporte de caballeros”. Reprocha a aquellos que las critican que no se hayan interesado en conocerlas mejor. “Los gallos llevan en su ADN el instinto de fajarse. Ya lo hacen con sus hermanos desde que son pequeños, cuando tenemos que estar continuamente separándolos para que no se hagan daño”, explica.

Los gallos de combate están preparados para pelear aproximadamente a los 18 meses de vida. Entre las técnicas de entrenamiento se incluye encararlos con otros gallos para reafirmar su carácter luchador, hacerles correr para que mejoren su fondo físico o darles masajes reparadores. En las peleas, donde además del pico utilizan los espolones de sus patas -naturales o postizospara atacar, las heridas son habituales. Algunos pierden un ojo o ambos, y aproximadamente uno de cada 10 muere en la pelea, a veces a causa de un solo golpe certero y letal de su contrincante. El resto se recupera para futuros combates, salvo que las secuelas físicas se lo impidan y entonces se destina exclusivamente a reproducción. José Luis Martín es el presidente de la Federación Gallística Canaria, que cuenta con 700 socios. “Si no existieran las riñas, la raza del gallo de combate canario desaparecería”, defiende. María Luisa Fernández, vicepresidenta del Colegio de Veterinarios de Santa Cruz de Tenerife, rebate el argumento: “No podemos hablar de una raza propia porque no posee un fenotipo definido; no estamos más que ante el producto de sucesivos cruces”, señala.

El proyecto de Código Penal ha sido enviado al Senado, donde aún podrían añadirse las enmiendas que el diputado por ERC Joan Tardá presentó en el Congreso para sancionar las peleas de gallos. Pero él mismo asume que “nada va a cambiar” dada la relación de fuerzas existente en la Cámara alta. En todo caso, el presidente de la Federación Gallística Canaria remitirá en los próximos días un escrito al Senado en el que pedirá que no se relacionen las peleas de gallos “con la zoofilia o con los combates de perros -a los que se equiparaba según la redacción de una de las enmiendas rechazadas-. Lo nuestro es una actividad legal”, remata. •

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