Este artículo es parte de la edición de febrero, 2015

Un año de incertidumbres

Siguiendo –pero solo hasta cierto punto– el hilo “futurista” en el que nos movíamos hace ahora un mes, con el comentario editorial del pasado enero, creemos que el año que acabamos de comenzar se nos presenta lleno de incertidumbres, no ya solo para el sector avícola, sino para el ganadero y, si se nos apura, también para el público y el consumidor en general. Y no piense el lector que con este epíteto nos metemos, en el terreno de la política –que no es el nuestro– aunque aquí no sea para menos, con las cuatro elecciones en ciernes en este país, el trastorno económico causado por las elecciones griegas, etc.

Yendo al grano –y nunca mejor dicho–, nos referiremos a distintos acontecimientos que están afectando ya al abastecimiento y a los precios de los alimentos, aunque aparentemente no relacionados entre sí: la continuación del enfrentamiento militar en Ucrania –gran productora de cereales–, las tensiones en Oriente Medio –con el trasfondo de la producción de petróleo–, la creciente demanda de alimentos de algunos importantes países –con China a la cabeza–, la caída de precios de los combustibles fósiles, etc. Todo ello, si puesto en una batidora no fuese capaz de originar un cataclismo, sería casi un milagro…

Veamos solo un aspecto concreto, el de los precios de los cereales en las importantes bolsas norteamericanas de Chicago y de Kansas. En comparación con los que regían un año atrás para las mismas fechas –fin de enero– la caída de precios del maíz ha sido de un 10,6 %, la del sorgo de un 9,6 %, la del trigo de un 16,8 %, la de los DDGS de un 8 %, etc. Y aunque en los últimos meses del año pasado la caída se haya detenido e incluso se anuncia que el mercado de futuros de Chicago espera que esta situación se invierta para fines del presente, la cuestión es que el pasado diciembre Estados Unidos –el motor mundial en este campo… como en otros muchos– contaba con unos stocks de maíz un 6,7 % superiores que los de un año atrás.

Relacionando causa y efecto, es indudable que un importante motor de todos estos cambios ha sido –y continúa siendo– lo que afirma la Agencia Internacional de la Energía acerca de que se están re-escribiendo los principios del sector energético a partir de la continuidad de la producción de petróleo, por un lado, y la entrada en escena de la apuesta norteamericana por las técnicas del “fracking” y el aun pequeño papel –pero no insignificante– del aumento de las energías renovables. Resultado: un menor desvío de la producción de maíz para su uso como biocarburante, con la consiguiente vuelta del cereal en forma de excedente.

Esto, sin embargo, no es más que una parte de la historia pues el desarrollo económico de algunos países emergentes de considerable peso demográfico, con India a la cabeza –y China, aunque tal vez no considerándose emergente, por encima– está haciendo que la demanda de alimentos siga en ascenso, con el consiguiente desequilibrio en el orden económico global. ¿Quién se podía imaginar si no que nuestro preciado euro rebajase su cotización con respecto a la divisa norteamericana en un 15 % en comparación con la misma fecha de hace ahora un año?

A consecuencia de todo ello, los retos que afronta actualmente el orden financiero global son ingentes, hasta el punto de que es dudoso que los más doctos economistas de la FAO, la UE, el Banco Mundial, etc. sepan solventarlos, ni aun prolongando “ad infinitum” sus reuniones en Davos. Por ello, ante la aparente desaparición de nuestras fronteras físicas para dejar paso a la apertura de las autopistas digitales y a la llamada “aldea global”, creemos que en nuestro campo avícola –y tal vez en otros aspectos de la agricultura– la solución para sobrevivir en unos mercados cada vez más competitivos debe venir por la valoración diferenciada de los productos de cada uno, por su calidad, su frescura y su proximidad. Esta es, a nuestro criterio, la gran “asignatura pendiente”, en general, del sector, debiendo preguntarnos si, aparte de saber producir, hacemos lo suficiente en cuanto al “marketing” de nuestros productos. Pero, esto ya es harina de otro costal…

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