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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de octubre, 2014
¿Vamos por el buen camino?
Formulada así la pregunta, a lo bruto, y refiriéndonos a los caminos a seguir por el sector avícola, la verdad es que no sabríamos qué responder. Porque una cosa sería contestarla en base a la rentabilidad que cada uno de nosotros está obteniendo con su actividad en este sector y otra, a más largo plazo, es filosofar un poco sobre lo conseguido y lo que nos puede venir…
Permítasenos pues seguir este último camino, apartándonos así de las disquisiciones técnicas que pueden surgir tras la lectura de los artículos, los reportajes o las noticias que insertamos en este número de la revista, como es habitual mes tras mes.
La base de la que partimos es la de los avances de la genética, tanto la del pollo, que nos brinda unas aves que, de año en año, están adelantando en un día el momento de alcanzar el peso comercial que demanda el mercado, como unas ponedoras que ya nos están dando casi un huevo cada 24 horas durante un período de puesta cada vez más prolongado. Y aunque quizás se nos podría argüir que los avances en el campo de la alimentación también cuentan, no hace falta remontarse a las ya clásicas experiencias de Havenstein, en Estados Unidos, o a los informes que nos están llegando actualmente de las empresas de selección genética para ver ante quiénes tenemos que descubrirnos para agradecerles el poder trabajar hoy con las aves que tenemos en nuestras granjas.
La pregunta que nos hacemos, sin embargo, podría tener una connotación negativa si alguien interpreta, como ya ha sucedido, que nuestras aves de hoy proceden de una “manipulación genética”…, es decir, como si de un Frankenstein se tratase. Es evidente que no es así pues el ser humano, desde la más remota antigüedad y desde que pasó del nomadismo al sedentarismo, ha estado trabajando para mejorar el rendimiento de las plantas y los animales, empleando para ello los medios y los conocimientos en todo momento a su alcance, como son hoy, por ejemplo, la información genómica y los bancos de genes.
No obstante, aunque posiblemente en el pollo nos encontremos con el límite que representaría una conversión alimenticia inferior a 1,0 -pues no podríamos crear algo de la nada– o en la gallina el batir el récord de una oviposición en menos de 24 horas, no hay duda de que, además, puede haber otros objetivos a conseguir. Por ejemplo, en el broiler, el mejorar la resistencia a las enfermedades, la robustez del aparato locomotor y, en general, la “resiliencia” para conseguir llevar más pollos al mercado o, por otra parte, el infundir a su carne el sabor que nos recuerde la “más hecha” del pollo de antaño. Y ya no digamos en la ponedora, en la cual hoy en día muchas veces tenemos que decidir su venta, estando en plena producción, por el imparable declive que sufre la calidad de la cáscara de sus huevos y las dificultades que por ello tenemos en comercializarlos.
En tales circunstancias, creemos que, habiendo llegado al tope en cuanto a lo que podemos esperar de unas mejoras en la alimentación, así como en la perfección del control ambiental de nuestros gallineros e instalaciones, el campo que queda abierto es el de avanzar en la mejora genética que supone vencer los citados obstáculos… que no es poco. Porque, por otra parte y de todas formas, siempre quedará lo que podamos avanzar en el control de las enfermedades de nuestras aves -que también es mucho si miramos a las de origen metabólico- aunque hoy conozcamos, y apliquemos, unas más efectivas barreras de bioseguridad en nuestras granjas.
En resumen, si por una parte pensamos que nos hallamos hasta cierto punto maniatados por las exigencias de los mercados –en cuanto al tipo de pollo o del huevo que requieren-, por otra nos hallamos en las manos de lo que nos brindan los genetistas, con cuyas aves hemos de trabajar. Y no olvidemos, además, que nos hallamos en un mundo ”globalizado” -valga la redundancia- en el que hoy, sin apenas límites en la expansión de un virus o en la irrupción de un producto “made in RPC”, todos nos sentimos sujetos a las mismas presiones, con el peligro que ello comporta.