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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de septiembre, 2014
UNA GRANJA DE RECRÍA DE PAVITOS CERCA DE LAS MINAS DE RIOTINTO
Marisa Montes
Vista del interior de la nave con los compartimentos en los que se dividen a los pavitos.
El Campillo es una localidad del norte de la provincia de Huelva, poblada por unos 2.000 habitantes, en cuyo término municipal de 90 km2 de superficie se encuentra la granja que regenta José Luis Herrera, dedicada a la recría de pavos . Esta zona siempre ha permanecido vinculada a la sierra de Aracena, y su paisaje está conformado por encinares con algunos alcornocales, aquí y allá; pinares y eucaliptos. Para llegar a esta explotación se cruzan las famosas Minas de Riotinto, un paisaje espectacular a lado y lado de la carretera, en el que la tierra, extrañas estructuras geológicas y montañas excavadas, se colorea de varias tonalidades de marrones y ocres, rojo y grana, fruto de las altas concentraciones de piritas y mineral de cobre presentes en la zona.
Cuando se deja atrás este caprichoso entorno, un discreto camino a la derecha conduce a la finca, en la que se crían unos pavitos de un día, que vienen ya sexados –condición que exige la crianza del pavo debido a las grandes diferencias de peso entre machos y hembras- y que permanecerán en este lugar durante 28 días, hasta que se los lleven a las granjas de cebo.
Primeros pasos en el negocio
¿Cómo se le ocurrió a este criador vincularse al mundo de la avicultura? ¿Y cómo es que eligió al pavo? La historia se desarrolló de manera natural. José Luis era transportista. Con el declive del sector, comenzó a pensar en otras posibilidades laborales, y un amigo de Campofrío –la localidad vecina- que tenía una nave de pollos le aconsejó que entrara él también en este negocio. Así se inició hace unos cuatro años en la cría del broiler en esta finca de 14 hectáreas que es de su propiedad, para lo que contrató los servicios de EXAFAN, que le entregó estas dos naves de pollos del tipo “llave en mano”. Además, José Luis se considera muy afortunado porque pudo disfrutar de una subvención pública que solicitó en 2010 y que le sirvió para echar a andar la actividad.
Al principio estaba integrado con Sada, una relación que duró tres años. Posteriormente se cambió al modelo de Guadavi, con los que estuvo otro año más. Ahora, hace muy poco que se inició en una nueva andadura, el pavo, cuando la empresa líder del sector en España, Procavi, le propuso pasar a recriar pavitos. Ya son tres las crianzas que ha hecho con ellos, y la experiencia ha resultado satisfactoria.
Detalle de la ventana oscilante.
Dos naves reconvertidas para los pavitos
La granja, que se encuentra a unos 350 metros sobre el nivel del mar, tiene dos naves de ambiente controlado, una para los machitos y otra para las hembras, con unas dimensiones de 70 por 15 m y 75 por 15 m cada una de ellas y situadas en línea con un espacio de varios metros entre una y otra. La idea inicial de José Luis Herrera era hacer una sola nave partida por la mitad, pero fue imposible debido a que por este lugar pasaba una línea de alta tensión, con lo que no se podía construir bajo ella.
Las naves están aisladas mediante unas planchas prefabricadas, paneles sándwich tanto en las paredes como en la cubierta, con poliuretano de 50 mm en ambos lugares. Su estanqueidad es perfecta, y no se dan aquí los típicos “puentes térmicos” que en las instalaciones antiguas y de obra representan una fuga de calor y un mayor gasto en calefacción. Las naves tienen un piso con una leve pendiente –apenas 5 centímetros de un extremo al otro- y su orientación, la del eje más largo, es en sentido norte-sur.
En cada nave, en las que se alojan 22.500 pavitos y otras tantas hembras, hay 9 particiones divididas por un material plastificado de 30 centímetros de altura, y en cada uno de estos espacios se colocan las aves, con unas densidades de 20 aves/m2 en la de mayor tamaño y 21,4 aves/m2 en la menor. Las naves cuentan con 5 filas de bebederos de tetina –a 30 cm de separación entre uno y otro-, 4 de comederos –a 70 cm de distancia- y un conjunto de ventiladores EXAFAN, concretamente 4 grandes y 5 pequeños, con un diseño de ventilación cruzada sin ventilación cenital, y con 30 tubos de fluorescentes de 36 w distribuidos en dos líneas para la iluminación de los interiores, cuya intensidad se puede regular a voluntad.
El aire entra por unas trampillas situadas en la parte superior de la fachada este, que se abren hasta un máximo de 55º, mientras que en la oeste se encuentran los ventiladores. Los paneles de refrigeración o “coolings” están en la fachada este y se extienden a lo largo de toda su longitud. Estos paneles cuentan por encima con un pequeño toldo, que los protege del sol, los insectos y las gotas del rocío a primera hora de la mañana.
La calefacción va por gas, y para ellos se han instalado dos aparatos Super Cikki en el centro de esta misma fachada este, muy cerca de los recuperadores de calor. Estos últimos son dos equipos para 600 m2 cada uno. José Luis Herrera dice que le dan muy buen resultado, ya que consigue ahorrar bastante en la factura del gas y además limpian el ambiente y secan la yacija. Para controlar todos los equipos está el ordenador EXAFAN, en el pequeño ventíbulo de entrada a las naves.
Entre los equipos con los que cuenta la granja también es de resaltar el grupo electrógeno –tiene dos, de 64 kw cada uno-, uno de funcionamiento automático que se pone en marcha si hay un corte de corriente y otro manual, de repuesto. También si se diera algún fallo en el sistema todos los ventiladores podrían ponerse en marcha manualmente.
Hay una nave con 22.500 pavitos y otra con 22.500 hembras, distribuidos a través de 9 particiones en cada edificio.
La temperatura en el interior de la nave se controla con las sondas -4 por edificio-, al igual que la humedad –otras 4 por nave-. Pero, ¿cuál es el manejo más adecuado de todos estos parámetros?
Lateral de la nave en el que pueden verse los intercambiadores de calor, los depósitos en suelo y el toldillo de lona para proteger los “coolings”.
Claves de manejo
Hay que vigilar mucho la constancia de todos estos elementos para conseguir los mejores resultados, que en su caso le arroja la cifra de tan sólo un 2% de mortalidad.
Cuando los pavitos van a llegar a la granja, las naves se preparan programando una temperatura de 40º C. Después, a partir de una temperatura inicial de unos 37º C, cada día se va reduciendo hasta llegar al día en el que salen de la nave, momento en que la temperatura será de 25º C. La reducción sigue el siguiente esquema:
-El día antes y al llegar: 40º C
-1ª semana: 37,5º C
-2ª semana: 34º C
-3ª semana: 29,5º C
-4ª semana: 25º C
La humedad debe ser del 50%, pero a partir del día 17 será del 55%. En cuanto a la ventilación, hasta estos 16-17 días de edad se opera sólo con los intercambiadores de calor, y a partir de entonces, que el pavo es de más peso, entrará en juego la ventilación cruzada, de acuerdo con los parámetros ambientales que se le hayan prefijado al ordenador. En verano el procedimiento es el mismo, pero actúa también la refrigeración evaporativa de los coolings.
Según el sistema de integración de Procavi, el granjero debe recibir la yacija –que está hecha de viruta de madera y procede de la provincia de Córdoba-, los pavitos ya vacunados y el pienso. A cambio, la empresa integradora le recompensará al criador un tanto por pollito entrado.
José Luis Herrera sostiene a uno de los pavitos.
José Luis trabaja el tema de la bioseguridad con la empresa Miproma, que lleva a cabo toda la desinfección. En cuanto a la yacija generada, es Procavi quien se encarga de recogerla para utilizarla como combustible para calderas de biomasa. En cuanto al agua, procede de la red, y se trata debidamente con un equipo Dosatrón más filtro de agua.
Para la alimentación de los pavitos, José Luis les administra en todo momento pienso en granulado pequeño, que consumen a razón de unos 65.000 kilos de pienso al final de la crianza, o lo que es lo mismo: 1,45 kilos por pavito.
Ordenador Exafan.
Herrera realiza siete crianzas y media al año –la que vimos era la cuarta-. Asegura que ha notado las diferencias en el manejo respecto al pollo, que considera un ave más inteligente. Por esta razón les ha tenido que hacer las particiones en la nave, y los pavitos no se agolpan en un solo extremo.
También se ven diferencias por sexos: para él, las pavitas son “más espabiladas y traviesas”. Pero la experiencia está siendo tan positiva, que se plantea ampliar el negocio con dos naves más, aunque es consciente de que aumentar la producción también significará un trabajo más sacrificado. “Es una dedicación que, si te importa, te ocuparía 26 horas al día si se pudiera”. José Luis Herrera tiene tres hijos de 25, 23 y una niña de 14 años, que de momento están trabajando en otros sectores, aunque cada vez que pueden “me ayudan”. Ya veremos si finalmente a alguno de ellos le pica el gusanillo de la avicultura.
El pienso es granulado para los pavitos.