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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de septiembre, 2014
Sin antibióticos
Muy posiblemente, uno de los temas que ya desde hace años ha suscitado más controversia en el campo de la nutrición animal, e incluso en el de la medicina humana, ha sido el de la utilización de antibióticos, no ya solo por sus efectos terapéuticos sino como promotores del crecimiento –los “antibiotic growth promoters”, o AGP-. Aquí dejando de lado su innegable utilidad en la lucha contra las enfermedades de las aves -como la tienen en medicina humana– nos referiremos solo a este segundo aspecto.
El tema, por tanto, es viejo y sobre él se han vertido ríos de tinta desde que, pocos años después de que Fleming descubriera las maravillas de la penicilina, el sector avícola ya la comenzara a utilizar, al mismo tiempo que otros antibióticos, para incrementar la rapidez de crecimiento de los pollos de entonces que los recibían a través de su alimentación, ¡nada menos que de un 5 a un 10 %!, según se decía…
Pero desde entonces mucho ha llovido y así, tras la aparición en el mercado de una amplia lista de AGP y su empleo indiscriminado en alimentación animal, hace ya años que vino la reacción contraria por creerse que podían inducir a la creación de resistencias en la especie humana, acostumbrada al uso de antibióticos para tratar desde una simple otitis hasta una tuberculosis. Y así, tras la prohibición de uso de los AGP, primero en algunos países del Norte de Europa y luego, en 1998, en la propia Unión Europea, hemos llegado hasta nuestros días, cuando la última noticia sobre el tema ha sido la procedente de una empresa norteamericana, una de las primeras multinacionales del sector de la alimentación animal, anunciando la retirada de los AGP de sus piensos para pavos.
En el caso del broiler, en concreto, es evidente que su crianza sin antibióticos se ha convertido, a veces, en un arma publicitaria, como lo es el decir, actualmente, que su alimentación es solo con productos vegetales o pudo serlo el afirmar, no muchos años atrás, que sus raciones no contenían hormonas. ¡Por supuesto, como si esto no fuese general en la sociedad desarrollada!
A lo largo de su ya dilatada vida SELECCIONES AVÍCOLAS se ha ocupado del tema de los AGP en numerosas ocasiones, primero para mostrar sus efectos beneficiosos para las aves y posteriormente, para informar sobre lo que se iba conociendo en relación con las críticas que surgían sobre su empleo indiscriminado en los piensos. Así, mientras que no cabe duda de que gracias a su empleo –en los sectores avícola y porcino, principalmente– hemos podido disponer de unos alimentos sanos producidos de la forma más económica, no por ello hemos dejado de comentar todo lo relacionado con la búsqueda de nuevas soluciones para mejorar la salud intestinal y, por ende, el estado sanitario general y los rendimientos de nuestros animales.
Una de las últimas ocasiones en que en este medio nos ocupamos del tema fue en el número de diciembre del 2012, con un artículo de un habitual colaborador, Ricardo Martínez-Alesón, tratando de las estrategias nutricionales para la reducción del uso de antibióticos. Y es aquí en donde, precisamente, la investigación en el campo de la nutrición animal y seguidamente la misma industria del pollo se ha mostrado más activa en los últimos años, mediante un mayor conocimiento en el empleo de enzimas de diversos tipos, fitasas, probióticos y prebióticos, ácidos orgánicos, fitogénicos diversos, etc.
De esta forma, pues, el sector avícola puede sentirse orgulloso de poder afirmar ante la sociedad que, atendiendo a la preocupación general por la posibilidad de creación de resistencias, así como a los impertativos legales, hoy puede ofrecer unos alimentos –huevos y pollos– en los cuales el consumidor puede tener la seguridad de no encontrar ningún residuo de antibióticos.