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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de enero, 2014
Alimentación, sí, ¿pero de quién?
Tal como teníamos previsto en nuestra habitual previsión del contenido editorial de los próximos números de SELECCIONES AVÍCOLAS, que nos solicita anticipadamente la publicidad, este ejemplar está dedicado a la alimentación. Sin embargo, a la hora de dar ya por cerrado su contenido, en el que se podrá ver que se han incluido tres artículos relacionados con la alimentación de las aves, nos ha entrado una duda: ¿es que debemos referirnos, una vez más, a la alimentación de nuestras aves o, mirando un poco más lejos, no podríamos referirnos a la del ser humano?.
De todas forma, la duda nos ha durado muy poco ya que, ante todo, nuestro medio es una revista avícola y a este sector es al que nos debemos y, por otra parte, tampoco estaríamos capacitados para tratar en unas cuantas páginas, con la extrema complejidad que abarcan, las mil facetas involucradas en la alimentación de la especie humana. Sin embargo, nos ha dado pie para hacer una incursión en este último campo un hecho acaecido hace muy poco que tal vez no haya llamado la atención de un buen número de nuestros lectores pero que, a la larga, tiene implicación para muchos sectores económicos relacionados con la producción primaria y, por consiguiente, con nuestra avicultura: la celebración de la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio –OMC-, finalizada a comienzos del pasado diciembre en Bali.
De acuerdo con las opiniones recogidas en la prensa mundial sobre esta Conferencia, los acuerdos a los que se ha llegado en esa bella isla indonesia han sido calificados de “históricos” por los comentaristas económicos de la prensa mundial, por cuanto han supuesto un balón de oxígeno para la OMC, encallada en los últimos 12 años en las negociaciones de la llamada “ronda de Doha” en torno al libre comercio, pero sin conseguir más que unos limitados acuerdos bilaterales o regionales.
En resumen, los 10 textos de que consta el resumen de Bali se pueden concretar en tres líneas: la facilitación del comercio mundial, las disposiciones relativas al desarrollo y los aspectos relacionados con la agricultura. Aunque su simple enunciado se escaparía de los límites este contenido editorial, creemos que al menos convendría relacionar un aspecto de la multitud de temas abordados en Bali con una atinada anotación que, meses atrás, hacía la EUWEP –Asociación Europea de Comerciantes de Huevos, Aves y Caza– al Parlamento de la Unión Europea. Con un juego de palabras muy británico, se pedía un “fair trade” –un comercio justo– y no solo un “free trade” –un comercio libre-.
Si nuestros lectores recuerdan los comentarios que hemos hecho en muy diversas ocasiones sobre el desequilibrio alimenticio mundial, verán que el practicar este “comercio justo” que se preconiza, digan lo que digan los políticos y los economistas reunidos en Bali, no es nada fácil. En nuestro caso, por ejemplo, ¿hasta que punto podemos exigir que las restrictivas directrices de la Europa comunitaria en torno al bienestar de las aves, que encarecen innecesariamente los huevos y los pollos, sean aplicables los productos que nos puedan llegar, por ejemplo, de un continente americano en el que rigen otra serie de consideraciones?. Porque si bien la seguridad alimentaria ha sido aducida, como excusa, en muy diversas ocasiones –en buena parte plenamente justificadas– en otras ya sabemos que no ha sido así –tan seguros son, en nuestra opinión, los “clorados” pollos norteamericanos como los nuestros europeos, pero …..– la cuestión es que los productores de aquí y de allí tienen mucho que decir en ese mundo “deslocalizado” en el que no es justo que terminen ganando aquellos países en los que una más laxa -o incluso inexistente- legislación permite el trabajo de menores o el operar sin una mínima seguridad laboral.
En resumen, como puede colegirse, el practicar un comercio justo en todos los aspectos, incluyendo como factor principal la producción de alimentos, no es nada fácil, por lo que tendríamos que encender velas a algún Santo para que pudiera iluminar la mente de los economistas y los políticos que han de intervenir en ello.