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La revista de la industria
Este artículo es parte de la edición de agosto, 2013
Del pollo nuestro de cada día
A punto del indicio de las clásicas vacaciones estivales -para muchos, los que pueden hacerlas…-, la coincidencia de varias circunstancias en torno al sector del pollo hace que tengamos que volver nuevamente a él, aun habiendo sido objeto de, al menos, un par de comentarios editoriales nuestros en los últimos meses.
La primera circunstancia, una nota de agencia, que reproducimos textualmente en la sección correspondiente de noticias de este número, en la cual la Asociación de Criadores de Ave de Galicia se queja de los precios “de reclamo” a que están vendiendo los pollos algunas cadenas de supermercados -y, concretamente, Lidl-. Según parece, ello está hundiendo al sector del pollo, que apenas llega a cubrir sus costes de producción, sugiriendo el Presidente de la citada Asociación una intervención oficial para atajar esta práctica de venta con pérdidas.
Bastante más adelante, cerca ya de fines de julio, nueva insistencia gallega, esta vez de Unions Agrarias –UU.AA.– solicitando la intervención del Tribunal de Defensa de la Competencias ante la ventas “a pérdidas” de la carne de pollo, pero ahora acusando ya a “casi todas” las cadenas de distribución de la Comunidad. Pero, además, atreviéndose a exponer unos costes de producción en granja y en la distribución, así como el importe que perciben los productores.
Añadiendo aún más confusión al tema, por lo conflictivo que es hablar de costes -¿del criador, del matadero, de la integradora, o de quién?- en esta última nota se apela a la intervención del Tribunal de Defensa de la Competencia y se indica que las citadas actuaciones de la distribución ponen en entredicho a la recientemente aprobada Ley de Mejora de la Cadena Alimentaria, el 17 de julio, por el Parlamento español. Y, coincidiendo casi con ella, otra nota de agencia –no incluida en este número– con unas manifestaciones del Director de PROPOLLO en la cual, entre otras cosas, se afirma que uno de los grandes problemas de este sector es la “bajada de precios del producto final” y se ve a la citada legislación ahora aprobada como “una buena herramienta para buscar la rentabilidad de toda la cadena”.
En relación con este batiburrillo de noticias, aun aceptando que el pollo está “tirado” de precio en los lineales, creemos que no hay que pensar en que una intervención “oficial” ni la entrada en vigor de la citada legislación arreglen el problema. Además, esta última, francamente, ya nos da miedo de por si, aun sin conocer su contenido -habrá que ver cuando la publica el BOE– no solo por los reparos y/o la oposición que puso la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia en su día , sino por lo maniatada que se encuentra la producción no ya solo para actuar en el sentido de intentar elevar unos precios –¡Dios nos libre!- sino casi incluso para comentarlos. Bien recordamos el expediente, con la correspondiente multa, de este organismo a nuestras asociaciones sectoriales solo por esto último… y no hace tantos años.
En fin, que la situación es difícil para el sector, nadie lo duda, y más en los tiempos que corren, con la elevación de costes que ha tenido el sector del pollo – como el del huevo – a causa de las tensiones en los mercados de piensos. Y lo peor es que el pollo se ha convertido en un arma arrojadiza por parte de las grandes cadenas de la distribución en la captación de una clientela que, en tiempos de crisis como la actual, mira y remira donde puede ahorrar un céntimo en sus visitas a los lineales.
En medio de este torbellino, una nota de frescura en relación con el consumo de la carne de pollo es la introducida por una periodista, Marisol Guisasola, el pasado 18 de julio en el suplemento semanal del Grupo Vocento en su artículo “El pollo, un triunfador… al desnudo”. La verdad es que, tratándose de un artículo de divulgación para el público, no tiene desperdicio porque, en base a las opiniones de los varios especialistas consultados, toca todos los aspectos que pueden preocupar al consumidor, desde las múltiples cualidades nutritivas de nuestro protagonista hasta la posibilidad de que contenga unos residuos de antibióticos o unas hormonas -¿- que afecten a nuestra salud. Y, para redondear el tema, al final se plantea –y contesta– una serie de preguntas sobre el pollo que comemos, desde su tipo, su rapidez de crecimiento, su pigmentación, etc. En fin, enhorabuena Marisol, porque esto sí es periodismo serio y no las especulaciones sensacionalistas a las que nos tiene acostumbrados la prensa de la calle.
(*) Ver nuestro comentario editorial del pasado número de febrero.
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