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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de noviembre, 2012
E D I T O R I A L
AUTOCOMPLACENCIA JUSTIFICADA
Muy posiblemente, a muchos productores avíco- las, en su preocupación por el quehacer diario, les puede haber pasado por alto la celebración,
el pasado 16 de octubre, del Día Mundial de la Alimenta- ción, una fecha instituida por las Naciones Unidas
La importancia de la jornada a la que nos referimos es evidente si se piensa que en un mundo de unos siete mil millones de habitantes y en el que las previsiones apuntan que llegaremos a los ocho mil en el año 2020, se estima que cada día mueren unos 10.000 niños por desnutrición. Una cifra este última que a los países desarrollados, entre los que nos contamos, debería avergonzarnos al pensar en lo que derrochamos, o que no aprovechamos eficientemen- te, o que, por inconfesables trabas de la política interna- cional, no podemos hacer llegar a los más necesitados.
Pero, en fin, la celebración de marras nos ha hecho reflexionar sobre el papel que ha representado y está teniendo la avicultura en la alimentación global. Y como creemos que alguno tal vez no se lo haya planteado nunca, de ahí el título de este comentario, de “autocomplacencia justificada”, por el orgullo de lo conseguido gracias a haber sabido suministrar a los habi- tantes de nuestro planeta dos de las mejores fuentes proteicas con las que alimentarse, la carne de ave y los huevos.
Veamos simplemente cuatro cifras, en un breve recorda- torio histórico de lo conseguido en el último medio siglo:
| 1960 | 2010 | |
En el sector del pollo: |
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– aumento diario de peso, g | 14 | – 16 | 55 – 65 |
– índice de conversión, kg/kg | 3,0 | – 3,5 | 1,7 – 1,8 |
En el sector de la puesta: |
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– nº de huevos por gallina y año | 180 | – 200 | 300 – 320 |
– índice de conversión, Kg/doc. | 2,5 | – 3,0 | 1,6 – 1,7 |
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En la certeza de que no hay ningún sector de la produc- ción animal que pueda emular la espectacularidad de estos avances, a la par que recalcar el titular de este comentario editorial, deseamos dejar constancia de que los mismos se han debido por la conjunción de:
–la genética, en primer lugar, al brindarnos el poder operar con unas razas y unas estirpes altamente especializadas en cada tipo de pro- ducción y para las que, por el momento, todo indica que no hay límites para su mejora,
–la alimentación, al trabajar con unas formulaciones cada día mejor equilibradas en todos los nutrientes y, al mismo tiempo, muy específicas para los tipos de producciones que deseamos,
–unas instalaciones, cada día mayores y más sofisticadas en todo lo referente al ambiente ideal para maximizar los rendimientos de las aves y, al mismo tiempo, sin olvidar los requi- sitos de bienestar de éstas,
–unas condiciones sanitarias en continua mejo- ra a fin de prevenir lo más eficientemente posible todas las enfermedades que pueden afectar a las aves, bien por unas normas de higiene cada día mas estrictas, bien por medio de unos planes vacunales muy específicos.
También hay que reconocer que en estos últimos 50 años la lucha ha sido dura con el fin de desterrar, al mismo tiempo, una serie de “sambenitos” que llevaba aparejado nuestro sector, como el del engorde de los pollos con hormonas, el del contenido del colesterol del huevo, el peligro del consumo de éste a causa de una contamina- ción por salmonelas, etc. Véase solo, como ejemplo, la noticia que insertamos en este número acerca de la drástica reducción que ha habido en la incidencia de infecciones humanas por salmonelosis relacionadas con la avicultura.
Con todo ello hemos conseguido, por un lado, que la avicultura actual, en general, sea el sector animal con una responsabilidad menor en la llamada “huella del carbono”, tan sobada últimamente por el problema del lento, pero continuo, aumento del calentamiento de nuestro planeta. Y si, al mismo tiempo, pensamos que la avicultura, en general, representa alrededor del 40 % de todo el alimento que requieren los animales de producción de todo el mundo, ¿no hay para mostrarse orgullosos de este sector en el que operamos, tanto como para justificar aquella “autocomplacencia” a la que aludíamos al principio?