Este artículo es parte de la edición de febrero, 2018


HIPOCRESÍA

Hace apenas un par de meses, la celebración en Barcelona de una interesante Mesa Redonda sobre el reto empresarial que representa la alimentación global, aunque no nos pasó desapercibida, no fue objeto del oportuno comentario que habría podido recibir por parte nuestra, en representación tácita del sector avícola.

El tema lo hemos rememorado ahora, a raíz de la noticia que publicamos en este número sobre la politización de los movimientos animalistas en todo el mundo, y también entre nosotros, criticando la producción de carne -y leche y huevos- por haber olvidado que los animales son seres “sintientes” cuya vida “es un infierno” por culpa de los ganaderos.

¿Debe preocuparse la avicultura en general -y los productores de carne de ave y huevos, particularmente- por ello? A nuestro juicio, ahora ya sí es cuestión de que nos tomemos muy en serio estos movimientos pues con su politización irán a más y de ahora en adelante ya no se limitarán a forzar, como ha hecho, por ejemplo la promulgación de una nueva regulación sobre la densidad animal o las condiciones del transporte de los animales, sino que, a largo plazo, su objetivo es llegar a prohibir cualquier producción animal intensiva.

Volviendo al citado acto celebrado en Barcelona, aun sin poder glosar, como desearíamos, los muchos y variados temas que se abordaron, recogemos de una de las presentaciones los 4 aspectos que deberían tenerse en cuenta para una alimentación “sostenible”:

•las desigualdades económicas y sociales que nos obligan a tener que compartir los recursos disponibles,

•el agotamiento progresivo de los recursos energéticos de nuestro planeta,

•el aumento imparable de la población y las tensiones inherentes a ello,

•el medio ambiente y el evidente cambio climático.

Teniendo en cuenta estas consideraciones, es evidente que una muy buena parte de lo que están clamando los grupos animalistas nos parece, al menos, una hipocresía en el mundo en que vivimos en el que, al alimentarnos, debemos hacerlo pensando tanto en nuestra salud como en la sostenibilidad de la producción de alimentos del planeta.

Y en lo referente a las producciones avícolas, nuestra preocupación por estos temas -los cambios en el consumo, el trato que damos a los animales, la aparición de alimentos sustitutivos de las carnes y los huevos, etc.- creemos que es bien evidente por el contenido de los comentarios que habitualmente se incluyen en cada número de este medio. Sólo desde enero del año pasado, la opinión de la Real Escuela de Avicultura se ha hecho oír en ocho ocasiones en esta sección, manifestando su preocupación por los cambios que se están produciendo en la opinión pública, no ya sólo por la evidente mejora de la sociedad de los países desarrollados, sino por la práctica imposibilidad de una reconversión de la ganadería como se propone y las falacias argumentales de los movimientos animalistas.

En el fondo, además, dos cuestiones igualmente importantes:

Para los habitantes de los países desarrollados, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a pagar más por unos productos sustitutivos, sean de las actuales carnes, leche o huevos, por otros “no animales” o bien producidos bajo unas condiciones aún más humanitarias que las actuales?

Y para los de un “tercer mundo”, asolado de hambrunas, conflictos bélicos, desigualdades sociales, etc., ¿hasta qué punto pueden aceptar unas normas “éticas” de producción, elaboradas en unos países más ricos, que limiten sus posibilidades de adquisición de alimentos? Porque las “primaveras árabes” fueron muy bonitas, pero ya hemos visto como han acabado muchas…

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