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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de julio, 2016
El Brexit y la avicultura
Aparte de los temas puramente avícolas, que el lector hallará, como siempre, en el contenido de este número, la última semana de junio nos ha traído dos importantes noticias de índole económica que, a largo plazo también pueden afectar, entre otras, a la actividad avícola, la del Brexit británico y el resultado de las elecciones al Parlamento español. Y aunque de esto último no nos podemos ocupar, entre otras cosas por desconocer el resultado de las negociaciones que se están iniciando estos días para el nombramiento del Jefe del Gobierno, de lo primero sí, por su indudable efecto económico sobre esta Unión Europea que tanto nos has costado construir y ahora amenaza quebrarse, en boca de algunos.
El tema es lo suficientemente complejo para intentar siquiera esbozarlo aquí, pero al menos sí quisiéramos apuntar algunas consideraciones, de tipo general por una parte y referentes al sector avícola, por otra.
En torno a lo primero, si alguna razón pudiéramos dar a los partidarios del Brexit para justificar su divorcio de la UE sería la de no querer estar al lado de un conjunto de países -28 hasta ahora- sumidos en una profunda crisis económica, enfrentados al colosal reto que plantea la llegada masiva de refugiados y a su irrupción en el mercado laboral y, para colmo, con profundas diferencias entre ellos mismos, fruto indudable de la improvisación con la que se ha acogido la integración de algunos nuevos asociados, no preparados todavía parta ello.
Hasta aquí, pues lo negativo de este Brexit, vencedor en el referéndum, contra las voces de quienes, con la mentalidad europeísta de quienes propugnaron la UE a mediados del pasado siglo, luego le fueron dando forma hasta su posición actual, como tercera economía mundial. A nuestro juicio, aunque se habla de que el desenganche de la UE aun tardará unos dos años en materializarse, un lamentable paso atrás en la construcción de esta UE en la que nos hallamos, con sus luces y sus sombras.
En el aspecto avícola, creemos que el balance también es negativo, para los británicos y para nosotros, es decir, quienes comerciamos con ellos. Con unos 60 millones de habitantes, el Reino Unido es deficitario en huevos y en pollos. Así, con un parque de ponedoras de unos 36 millones de gallinas -y algo más del 50 % de ellas alojadas en sistemas alternativos- el Reino Unido necesita importar huevos, mientras que con sus 925 millones de pollos criados para carne tampoco tiene suficiente para su consumo, requiriendo también el aporte de sus hasta ahora socios comunitarios para equilibrar este mercado.
Visto desde una perspectiva española, el mercado británico tiene su principal atractivo comercial para el sector del huevo al venderles nosotros algo más de unas 4.000 t al año de este producto en cáscara, al que añadir otras 200 t en forma de ovoproductos -Aseprhu-. Unas cantidades nada insignificantes, al traducirlas en la producción que nos podrían dar unas 240.000 gallinas, a la que, una vez consumado el Brexit, habrá que buscar otro destino. Diferente es el caso del pollo, en el que el balance es ligeramente negativo para nosotros en unas 7.000 t anuales, a las que añadir cerca de 7 millones de huevos para incubar -Propollo-.
Pero aparte de estas frías cifras, con la cierta cortapisa -que no cierre- que representarán para el comercio con el Reino Unido, hay que considerar otros aspectos, ciertamente negativos. Por ejemplo, en el campo de la investigación, en donde destaca el aporte de las Universidades británicas -que dejarán de percibir la ayuda económica de la UE-, en la restricción en el programa Erasmus -del que tantos estudiantes españoles y de la Europa continental se han beneficiado al acudir a aquellas-, en los miles de jóvenes de nuestro país que, forzados por la crisis, han concentrado trabajo en el Reino Unido -enfermeras, veterinarios, etc.- y en un sinnúmero de actividades para las cuales el aislamiento, aunque relativo, nunca podrá ser positivo.
Pero en fin, aunque la complejidad del actual equilibrio económico mundial tenga la última palabra, es comprensible que ante la perspectiva actual, una aparentemente democrática decisión de un pueblo, como es un referéndum popular, no siempre es el mejor camino para resolver un problema. •