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SUSCRIBIRSEEste artículo es parte de la edición de mayo, 2015
Una «amenaza global»
Según la RAE –Real Academia Española–, aparte del primer significado del término “global” como “en conjunto”, su segunda acepción es referente a “toda la Tierra o globo terrestre”. Nosotros, en todo lo que sigue, nos acogeremos a esta última para abordar la amenaza que nos acecha, sin ningún respeto por las fronteras políticas que el ser humano se ha trazado en nuestro planeta.
Sin embargo, el tema de tal amenaza, la influenza aviar, no es nuevo. Nosotros concretamente nos topamos con él al habérsenos frustrado un viaje de estudios que habíamos organizado hace muchos años por algunas granjas de Estados Unidos, por obvias razones sanitarias a raíz de las primeras alarmas. Más adelante, cuando los primeros brotes aparecidos en el sudeste asiático saltaron a la especie humana –comienzos del 2004– y publicamos un amplio reportaje sobre el tema, hubo quienes nos tacharon de alarmistas por la portada de este medio con la que llamábamos la atención ante el problema que se cernía sobre el sector avícola, aun intentando tranquilizar a la población por ser muy diferente nuestro hábitat del que impera en esos países.
Ahora volvemos a la carga, no ya solo por las noticias que insertamos en este número sobre los nuevos brotes que se han dado en dos lugares muy distantes de nuestro planeta –Méjico y Rumanía–, ni por el sistema de detección rápida del virus que se ha desarrollado en Canadá. Lo que nos preocupa es tanto la situación vivida últimamente en otros varios países europeos de nuestro entorno más cercano –Alemania, Italia, Holanda y Gran Bretaña– con diversos brotes de los que ya hemos ido informando a nuestros lectores, como la que están experimentando ahora mismo en Estados Unidos por la aparición de numerosos casos en diversos lugares del país.
Es cierto que, ante nuestro aparente alarmismo, se nos puede argumentar que también en España hemos pasado por esta situación, con dos granjas industriales afectadas en los últimos años, en las que, la rápida actuación de la autoridad veterinaria competente –sacrificios obligatorios, cuarentena en la zona, etc.– atajó el problema de raíz. Pero, aun sin compararnos con aquellos países asiáticos en los que el virus es endémico, la pregunta que nos planteamos es la de que estaremos haciendo mal en un sector tan tecnificado, como es el de nuestra avicultura, para que también aquí haga acto de presencia el virus, pese a las precauciones que sabemos que se toman en las granjas.
Pero volviendo a Estados Unidos, al cierre ya de este número y sin tiempo para incluir la noticia en el lugar que le corresponde, nos llega una información de este país en la que se recoge que en los últimos meses el virus altamente patogénico –HPAI– ha afectado a varios Estados del centro y oeste, desde la frontera canadiense hasta la mejicana y desde el Pacífico hasta Arkansas. En resumen, en palabras de un técnico norteamericano a quien hemos consultado, “un espanto” y no hay para menos, con unos 5 millones de pavos afectados, unos 23 millones de gallinas, etc.
Ante ello, otra nueva pregunta al técnico en cuestión nos aclaraba que si bien al principio y entre los pavos había algunas granjas abiertas y de tipo campero, luego, la mayoría de las explotaciones de ponedoras afectadas en los 2 últimos meses han sido de estricto confinamiento y disponiendo de una excelente bioseguridad. ¿Qué es lo que está fallando, pues, en tales casos?.
Sin espacio ya para profundizar en el tema, dos últimos apuntes en relación con el problema planteado en Estados Unidos. En primer lugar, la fuente de todos los casos parecen ser las aves migratorias en sus rutas hacia el sur que, aun sin entrar en contacto directo con unas gallinas en estricto confinamiento, lo pueden hacer a través del personal de las granjas o con un contacto indirecto por fomites. Y, otro efecto, de rebote, el cierre de fronteras de numerosos países de todo el mundo para cualquier tipo de producto avícola norteamericano, con el trastorno económico consiguiente para el país…
¿No es para ponerse a temblar, aun con un Atlántico por enmedio?. En el próximo número seguiremos hablando de bioseguridad…